domingo, 15 de junio de 2014

Si Dios quiere que honre a mis padres, ¿por qué me dio los padres que tengo?

Si Dios quiere que honre a mis padres, 
¿por qué me dio los padres que tengo?

Si quisiera responderte con humor, podría citar
1 Corintios 10.13:


«Ustedes no han pasado por ninguna prueba que no sea humanamente soportable. Y pueden ustedes confiar en Dios, que no les dejará sufrir
pruebas más duras de lo que puedan soportar. Por el contrario, cuando llegue la prueba, Dios les dará también la manera de salir de ella, para
que puedan soportarla.» 

Pero no. Este no es el versículo que corresponde al caso. Mas bien me veo en la obligación de enseñarte (o recordarte) lo que dice este otro

versículo:
«Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios.» 
(Éxodo 20.12)

Y por si estás pensando en argumentarme que este mandamiento aparece en el Antiguo Testamento (como si por esta razón hubiera caducado, ¡je!), te anticipo que en el Nuevo Testamento se repite y se confirma esta instrucción:

«Hijos, obedezcan a sus padres, porque ustedes son de Cristo y eso es lo que les corresponde hacer. El primer mandamiento que va
acompañado de una promesa es el siguiente: «Respeta y obedece a tu padre y a tu madre, para que todo te salga bien y tengas una larga vida
en la tierra".» 
(Efesios 6.1-3)

Así que, como ves, no solo es que Dios quiere que obedezcas a tus padres, sino que te manda que lo hagas y yo creo que esta es una de esas lecciones que Dios nos va dando a medida que obedecemos. Nuestros padres pueden no ser los mejores, pero son los que tenemos y de nosotros depende usar esta realidad a nuestro favor. Por eso, para que te consueles un poco, fíjate también que es el primer mandamiento con promesa, ¡y vaya promesa! El Señor dice que si respetas y obedeces a tu padre y a tu madre, todo te saldrá bien y tendrás una larga vida. ¿Verdad que vale la pena hacer el esfuerzo?

lunes, 2 de junio de 2014

¿Por qué o para qué nos creó Dios?

Dios nos creó para poder derramar sobre nosotros su infinito amor. Dios es amor. Y nos creó a su imagen y semejanza, con la capacidad de amar, de modo que al experimentar su amor también nosotros podamos amarlo a Él y amarnos los unos a los otros. 

La Biblia nos dice que 
«Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero.» 
(1 Juan 4.19). 

Y vemos en la narración de Génesis cómo, antes de crear al hombre, Dios preparó el resto de la creación, asombrosa en su belleza y diversidad, como un regalo para nosotros. Su anhelo era tener una familia que pudiera disfrutar de un Padre infinitamente amoroso, en armonía, en comunión con Él y con la creación. Y podemos suponer, porque «los bendijo con estas palabras: Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla» 
(Génesis 1.28), que su intención era tener una familia lo más grande posible.

Con la caída, al romperse esa perfecta comunión del hombre con Dios, Él no se resignó a perder esa familia, y comenzó a desarrollar un plan para restaurar esta relación de amor. Dios nunca dejó de amarnos, pero el hombre pecador no puede presentarse delante de un Dios Santo. Sin embargo ahora, redimidos por Cristo, somos hechos nuevas criaturas:
 «Si alguno está en Cristo, es una nueva creación» 
(2 Corintios 5.17). 

Es como si nos hubiera creado de nuevo, porque sabiendo de nuestra naturaleza pecadora, dispuso en la cruz del calvario el medio para poder mirarnos y vernos justificados, tal como si nunca hubiéramos pecado, y así poder integrarnos a su familia en perfecta comunión.
Romanos 8.38- 39 dice: «Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor».

Ahora bien, me podrías preguntar: Si tanto anhela Dios que estemos a su lado, ¿por qué no nos lleva con Él tan pronto como nos convertimos? Bueno, Dios sigue anhelando tener una familia grande. Muy grande. Y por eso ahora nos necesita aquí. Para extender Su Reino en la tierra de
modo que la mayor cantidad de personas lo conozcan y tengan la posibilidad, cuando llegue el momento, de disfrutar de la nueva creación que tiene preparada para los que le aman y obedecen.