miércoles, 26 de marzo de 2014

(Juan 1:1-14)

¿Dónde estaba Jesús antes de nacer?




Jesús hombre nació de la virgen María en un pesebre. Sin embargo Cristo, el Hijo de Dios, ya existía desde antes de que naciera el niñito en Belén. 

Todos los estudiosos están de acuerdo en que los primeros versículos del evangelio de Juan son una clara referencia a Cristo. Aquí te los dejo, porque se explican solos … Recuerda que donde habla de «el Verbo» y de «la luz», se está hablando de Jesús:

«En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba con Dios en el principio. Por medio de él todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir. En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla. Vino un hombre llamado Juan. Dios lo envió como testigo para dar testimonio de la luz, a fin de que por medio de él todos creyeran. Juan no era la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz. Esa luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, venía a este mundo. El que era la luz ya estaba en el mundo, y el mundo fue creado por medio de él, pero el mundo no lo reconoció. Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron. Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. Éstos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios. Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.» 

(Juan 1:1-14)

Así que la respuesta es esta: Cristo existe, o mejor dicho «es», desde siempre, al igual que Dios Padre y que el Espíritu Santo. Y antes de nacer como hombre estuvo junto al Padre en todo lo que Él hacia, desde la creación del mundo. Luego vino al mundo, nació, vivió, y murió como hombre … ¿Y dónde está ahora? La Biblia nos dice que fue al cielo y está sentado a la derecha del Padre. Pero antes de sentarse, ¿sabes lo que hizo? Escúchalo de la propia boca de Jesús, porque sus palabras son hermosas:

«En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas (…) Voy a prepararles un lugar. 
Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo.
Así ustedes estarán donde yo esté.» 

(Juan 14.2-3)

jueves, 20 de marzo de 2014


¿Me conviene hacer la voluntad de Dios?




La respuesta a esta pregunta es una cuestión de lógica:
Por un lado, creemos que Dios es un padre bueno, que nos ama y siempre desea lo mejor para nosotros. Pero alguien podría argumentar que nuestros padres terrenales también son buenos, nos aman, y siempre desean lo mejor para nosotros, y sin embargo a veces pueden equivocarse al darnos un consejo, o no saber exactamente qué es lo mejor para nosotros. Incluso otras veces puede que sepan qué es lo mejor para nosotros, pero no nos lo puedan dar o no puedan ayudarnos a conseguirlo, debido a sus limitaciones humanas.

Aquí entran en juego otros atributos (otras características) que conocemos de Dios: Él es perfecto (es decir que nunca se equivoca) y omnisciente (es decir que lo sabe todo). Ah, y además, ¡es omnipotente (es decir que lo puede todo)! Ahora, si le sumamos a toooodo esto el hecho de que Dios es un padre bueno, entonces podemos contestar con total seguridad que sí. La lógica nos confirma que siempre nos conviene hacer la voluntad de Dios porque Él no sólo quiere darnos lo mejor, sino que sabe exactamente qué es lo mejor, y además puede hacer lo necesario para que tengamos lo mejor.
«Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes—afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro
y una esperanza.» 
(Jeremías 29:11)

Y cabe aclarar que esto es válido ya sea que entendamos o no la voluntad de Dios en determinado momento. Puede ser que a veces la entendamos y a veces no, porque nosotros sólo vemos a corto plazo y Dios ve las cosas con otra perspectiva, a largo plazo. Él ve el cuadro terminado. Así que no es una cuestión de «sentir» o de «entender» para que resulte bueno hacer la voluntad de Dios. Recuerda esto para que tus
pensamientos, emociones, o sensaciones no te desvíen: Siempre nos conviene hacer la voluntad de Dios porque siempre será buena para
nosotros.
« … Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.» (Romanos 12:2)